Como os anuncié toca post gatuno.
Mi intención era ir por orden y contaros la historia de Tigger primero. Pero esta tarde he tenido un momento tierno y tontorrón con Rurina. Así que empiezo con ella.
“Ruri y yo”
Ruri es pequeña, peluda, suave; tan blanda por fuera, que se diría toda de algodón, que no lleva huesos…
Hace ya unos cinco o seis años, subía las escaleras de casa corriendo, como hacía siempre impaciente por ver a mis otros cuatro tesoros, cuando de repente en una esquinita del primero encontré una gatita blanca y marrón con el hociquito y orejas rosadas. Me paré sin saber muy bien qué hacer, si ella se asustaría y me atacaría o saldría corriendo con el riesgo de perderse. Pero no. Me miró y maulló.
Vivía en el primero centro así que llamé a la puerta y enseguida entró en casa.
Los años siguientes yo la veía desde mi balcón o mis ventanas.
Ella es cotilla y le encanta asomarse a las ventanas y pasar los días en el balcón cuando no hace frío.
Un buen día, mi vecino (iba a buscarle un apelativo en plan el H de la gran P, pero no nos vamos ni a molestar) rompió con su novia e inexplicablemente (porque no entiendo que nadie renuncie a sus gatos) él se quedó con los dos gatos, Ruri y su compañero. A los pocos meses él decidió traerse a casa un perro, un presa canario nada menos. Al principio, Choco, era un perro enorme, pero mono y juguetón. Era un cachorrito. Pero luego creció y claro, criado por mi vecino… digamos que no creció muy simpático. Conocéis esta raza? Suelen usarse como perros de peleas por otros H de P… No me asustan los animales pero reconozco que cruzarse con Choco por la escalera daba mucho miedito.
Otro buen día, el vecino empezó a trabajar fuera de Madrid, cosa estupenda, si no fuese porque dejaba durante semanas y meses a los gatos solos, cerrados a cal y canto al cuidado de su abuela, que pasaba una vez a la semana o menos a darles comida.
Meses después me crucé con él por la escalera y me preguntó:
- no sabrás de alguien que quiera una gata?
- Pues no sé… preguntaré por ahí. Y el gato?
- Chica, tengo un disgusto, el otro día llegué a casa y lo encontré muerto. Creo que el perro debió pisarlo o algo y como tienen esos huesitos tan pequeños… y ahora la gata se pasa el día subida en un armario, porque el perro ha echado un carácter que no veas…
No hablamos más. Ami se me cayó el alma a los pies, con estas cosas no puedo. Pero consciente de que cuatro animales son mucho trabajo y mucho dinero, intenté ser fuerte y resistirme a quedarme con ella.
Al mes y medio no pude soportar más. Oía a Rurina maullando con esa pena, sola, desde el otro lado de la puerta cada vez que subía la escalera…
Le dije al tío que vale, que se la quedaba un amigo (mentira, pero no quería que el gilipollas supiese que me la quedaba yo). Le dije que me la subiese. Y al rato aparece con la gata así tal cual;
- y sus cosas?- pregunté.
Porque me parece lógico que una gata de más de cinco años tenga unos platos o una mantita donde dormir...
y me trae un jersey (lleno de mierda que por supuesto tiré al día siguiente) el cajón de arena todo sucio, dos cuencos enormes y un saco de cincuenta kilos de un extraño pienso de colores... (os pido perdón a los que tenéis animales/gatos, porque estaréis sufriendo y todo).
A partir de ahí, la convivencia no fue fácil. Nos pasamos unas semanas llendo a las veterinarias poque de vivir entre tanta porquería la pobre mía tenía una infección de oidos brutal, que se dejaba curar con las gotas sin rechistar, y de la que sospecho perdió gran parte de audición...
Vivió durante más de un mes en la litera. No se atrevía a bajar con los otros gatos y perros. Comía allí, jugaba allí y allí le daba yo los mimos. Los dos meses siguientes conseguí que bajase al suelo y que se acostumbrase a mi gordita (Cleo), pero ella sin salir de la habitación. Y así poco a poco fue haciéndose un hueco.
Hoy ya se mueve por toda la casa y la relación con los otros dos felinos... bueno, digamos que no son amigos, pero casi siempre se respetan. Yo creo que a su manera sí se tendán algo de cariño.
Es genial cuando llevo a alguno al veterinario y cuando volvemos le hacen una auténtica exploración a ver si esta bien y dónde a estado. O cuando uno estornuda o se atraganta? y también los demás vienen corriendo a ver qué pasa :)
Mi recompensa, sus mimos, su cariño, sus juegos, su gratitud.
Esta tarde me senté un momento en la silla pequeñita para no sé que cosa y en menos de cinco segundos ella se ha sentado delante y me ha puesto esa cara de “mimos por favor, YA!”. Yo soy débil con ellos, no puedo resistirme a que me necesiten. Se ha acomodado en mi regazo y ha buscado un hueco caliente entre mi manga y mi cuerpo para meter su nariz y – rrrrrrrrrrrrrrr, ha encendido su motorcito de placer.
Y ese momento, no tiene precio. Ese momento en que ella se entrega y tú sientes su bienestar y su bienestar se transforma en bienestar y felicidad para ti…
Dueñas de gatos, solo nosotras sabemos de qué estoy hablando, verdad?
Luego he llorado un poquito, porque la ternura a veces hace que una se ponga triste, más si tienes puesta a Madonna cantando Little girl… y de repente te ves atacada por el pensamiento de lo efímero del terrible tiempo. (eh, Leo?) Pero NO, no quiero! Me quedo con este presente de amor. Sí, con todas sus letras.
Y volveré a subir las escaleras corriendo mañana con el mismo ansia de verles, cuidarles y necesitarles.
Mis tesoritos.
Por tu culpa Miss Be!
Buenas noches sssshhhhhhhhhh!!
Mi intención era ir por orden y contaros la historia de Tigger primero. Pero esta tarde he tenido un momento tierno y tontorrón con Rurina. Así que empiezo con ella.
“Ruri y yo”
Ruri es pequeña, peluda, suave; tan blanda por fuera, que se diría toda de algodón, que no lleva huesos…
Hace ya unos cinco o seis años, subía las escaleras de casa corriendo, como hacía siempre impaciente por ver a mis otros cuatro tesoros, cuando de repente en una esquinita del primero encontré una gatita blanca y marrón con el hociquito y orejas rosadas. Me paré sin saber muy bien qué hacer, si ella se asustaría y me atacaría o saldría corriendo con el riesgo de perderse. Pero no. Me miró y maulló.
Vivía en el primero centro así que llamé a la puerta y enseguida entró en casa.
Los años siguientes yo la veía desde mi balcón o mis ventanas.
Ella es cotilla y le encanta asomarse a las ventanas y pasar los días en el balcón cuando no hace frío.
Un buen día, mi vecino (iba a buscarle un apelativo en plan el H de la gran P, pero no nos vamos ni a molestar) rompió con su novia e inexplicablemente (porque no entiendo que nadie renuncie a sus gatos) él se quedó con los dos gatos, Ruri y su compañero. A los pocos meses él decidió traerse a casa un perro, un presa canario nada menos. Al principio, Choco, era un perro enorme, pero mono y juguetón. Era un cachorrito. Pero luego creció y claro, criado por mi vecino… digamos que no creció muy simpático. Conocéis esta raza? Suelen usarse como perros de peleas por otros H de P… No me asustan los animales pero reconozco que cruzarse con Choco por la escalera daba mucho miedito.
Otro buen día, el vecino empezó a trabajar fuera de Madrid, cosa estupenda, si no fuese porque dejaba durante semanas y meses a los gatos solos, cerrados a cal y canto al cuidado de su abuela, que pasaba una vez a la semana o menos a darles comida.
Meses después me crucé con él por la escalera y me preguntó:
- no sabrás de alguien que quiera una gata?
- Pues no sé… preguntaré por ahí. Y el gato?
- Chica, tengo un disgusto, el otro día llegué a casa y lo encontré muerto. Creo que el perro debió pisarlo o algo y como tienen esos huesitos tan pequeños… y ahora la gata se pasa el día subida en un armario, porque el perro ha echado un carácter que no veas…
No hablamos más. Ami se me cayó el alma a los pies, con estas cosas no puedo. Pero consciente de que cuatro animales son mucho trabajo y mucho dinero, intenté ser fuerte y resistirme a quedarme con ella.
Al mes y medio no pude soportar más. Oía a Rurina maullando con esa pena, sola, desde el otro lado de la puerta cada vez que subía la escalera…
Le dije al tío que vale, que se la quedaba un amigo (mentira, pero no quería que el gilipollas supiese que me la quedaba yo). Le dije que me la subiese. Y al rato aparece con la gata así tal cual;
- y sus cosas?- pregunté.
Porque me parece lógico que una gata de más de cinco años tenga unos platos o una mantita donde dormir...
y me trae un jersey (lleno de mierda que por supuesto tiré al día siguiente) el cajón de arena todo sucio, dos cuencos enormes y un saco de cincuenta kilos de un extraño pienso de colores... (os pido perdón a los que tenéis animales/gatos, porque estaréis sufriendo y todo).
A partir de ahí, la convivencia no fue fácil. Nos pasamos unas semanas llendo a las veterinarias poque de vivir entre tanta porquería la pobre mía tenía una infección de oidos brutal, que se dejaba curar con las gotas sin rechistar, y de la que sospecho perdió gran parte de audición...
Vivió durante más de un mes en la litera. No se atrevía a bajar con los otros gatos y perros. Comía allí, jugaba allí y allí le daba yo los mimos. Los dos meses siguientes conseguí que bajase al suelo y que se acostumbrase a mi gordita (Cleo), pero ella sin salir de la habitación. Y así poco a poco fue haciéndose un hueco.
Hoy ya se mueve por toda la casa y la relación con los otros dos felinos... bueno, digamos que no son amigos, pero casi siempre se respetan. Yo creo que a su manera sí se tendán algo de cariño.
Es genial cuando llevo a alguno al veterinario y cuando volvemos le hacen una auténtica exploración a ver si esta bien y dónde a estado. O cuando uno estornuda o se atraganta? y también los demás vienen corriendo a ver qué pasa :)
Mi recompensa, sus mimos, su cariño, sus juegos, su gratitud.
Esta tarde me senté un momento en la silla pequeñita para no sé que cosa y en menos de cinco segundos ella se ha sentado delante y me ha puesto esa cara de “mimos por favor, YA!”. Yo soy débil con ellos, no puedo resistirme a que me necesiten. Se ha acomodado en mi regazo y ha buscado un hueco caliente entre mi manga y mi cuerpo para meter su nariz y – rrrrrrrrrrrrrrr, ha encendido su motorcito de placer.
Y ese momento, no tiene precio. Ese momento en que ella se entrega y tú sientes su bienestar y su bienestar se transforma en bienestar y felicidad para ti…
Dueñas de gatos, solo nosotras sabemos de qué estoy hablando, verdad?
Luego he llorado un poquito, porque la ternura a veces hace que una se ponga triste, más si tienes puesta a Madonna cantando Little girl… y de repente te ves atacada por el pensamiento de lo efímero del terrible tiempo. (eh, Leo?) Pero NO, no quiero! Me quedo con este presente de amor. Sí, con todas sus letras.
Y volveré a subir las escaleras corriendo mañana con el mismo ansia de verles, cuidarles y necesitarles.
Mis tesoritos.
Por tu culpa Miss Be!
Buenas noches sssshhhhhhhhhh!!